Mientras los narcotraficantes forman redes de logística que explotan la precariedad policial y jurídica para lavar dinero, traficar armas e incursionar en la política; el actual gobierno no toma “el toro por las astas” pero si se centra en los cien mil campesinos sembrando coca y viviendo en extrema pobreza para que lleven la peor parte de la política antinarcóticos. En una zona donde el estado ejerce mínima presencia, donde los precios bajos del cacao y el café están entre los 4 y 3 soles/kg y con lo que se cubre ni siquiera los gastos de producción, el kg de hoja se vende por casi 10 soles.

Pese incrementarse el área cultivada de hoja de coca, el decomiso anual de cocaína por parte de las autoridades peruanas se han mantenido en un promedio de 32 toneladas por los últimos cinco años. Estas cifras son inferiores al decomiso Ecuatoriano que llega a 42 toneladas y están muy lejos de la incautación Colombiana que se estima incauta 38% de la producción de cocaína de ese país y que en el 2013 superó ocho veces el decomiso peruano llegando a las 250 toneladas. Dada las condiciones de precariedad en la incautación de drogas y las condiciones en que las fuerzas del orden y los erradicadores de cultivos ilícitos que operan en el VRAEM ¿No es más eficiente concentrarse en el tráfico de drogas que en la producción de coca?